Las historias de Aquae Sulis IV: La mecánica cuántica

Ya he dicho en otra ocasión que Aquae Sulis no es un libro científico, en el sentido de manual o tratado sobre ciencia. Pero no deja de sorprender al lector que a lo largo de sus páginas se hable sobre una disciplina que genera no sólo desconocimiento, sino también incredulidad: la física cuántica, en este caso la mecánica cuántica.

He de advertir que, comentándolo con algunos lectores, el recurso a esta materia - literario, siempre literario - no causa desconcierto, todo lo contrario, abre la puerta a determinadas hipótesis que se irán desarrollando a lo largo del relato. Y es que he tenido que hacer un trabajo muy delicado al hablar de una materia poco conocida que además es fuente de incertidumbre cuando se comprende. Y digo que delicado porque partiendo de mi formación de base (soy abogado y politólogo), poco o nada tenía yo que ver con la ciencia física en general y la mecánica cuántica en particular. Pero es que además, tenía que hablar de física cuántica sin perderme en elucubraciones que dispersaran al lector, haciendo del libro más un motivo de tortura que de esparcimiento. Creo que esto último se ha evitado y la conclusión es que se habla de física cuántica pero sin marear a nadie.

Queda pasar el tamiz de los expertos, a los cuales les pido disculpas si he incurrido en algún tipo de imprecisión. He tratado de ser riguroso y de documentarme a través de varias fuentes. Creo que hay rigor suficiente en el uso que hago de esta materia para montar la narración.



Esta imagen, descrita en las páginas de Aquae Sulis y tomada de wikipedia para este artículo, resume lo esencial que Wilfred trata de hacer llegar a sus alumnos durante su primera clase de mecánica cuántica, y dice así:


"Wilfred continuó su presentación haciendo un breve prólogo sobre el contenido de su materia, así como sobre los criterios de evaluación establecidos por el departamento de mecánica cuántica. Luego, volvió a subir a la tarima para dar comienzo a la presentación que había preparado para aquella clase. Al tocar el teclado del ordenador, una ilustración se proyectó en el panel ya desplegado; esta imagen, según Wilfred, sintetizaba aquello que un no iniciado debe tener en cuenta para saber algo sobre el origen de la disciplina.
Un cilindro se suspendía en el aire en el centro de un cubo. Al fondo se apreciaban tres de los lados de ese cubo que se formaban en sendos ángulos de ciento veinte grados en el plano bidimensional de la pantalla. Desde la parte trasera del cilindro una luz proyectaba la sombra de éste en una de las caras del cubo, esta sombra formaba un perfecto círculo en el cubo. Partiendo de un lateral, una nueva luz enfocaba al cilindro también proyectando su sombra en el lado contrario del cubo, allí se podía observar que la sombra del cilindro tenía forma rectangular.  Esta imagen quería simbolizar lo que para los físicos supone el mundo cuántico y uno de los motivos por los que surge a principios del siglo XX, es decir, un mismo fenómeno puede tener dos percepciones distintas.

-  Esta diapositiva representa el concepto del que debemos partir en mecánica cuántica: la dualidad onda-partícula, según el cual no existen diferencias fundamentales entre partículas y ondas, es decir, las partículas, por ejemplo un átomo, pueden comportarse como ondas y como partículas. A diferencia de esto, en la física clásica se pensaba que una partícula ocupaba un lugar en el espacio con una masa determinada, mientras que una onda, por ejemplo la luz, se extendía por el espacio sin masa. Por tanto, según el principio de dualidad onda-partícula un átomo puede estar en dos lugares al mismo tiempo.

Mientras Wilfred trataba de acercar a los alumnos los entresijos de su asignatura, algunos de ellos, los menos, empezaban a poner cara de extrañeza ante lo expuesto por el profesor. Era evidente que lo aprendido hasta ese momento empezaba a chocar con lo descubierto por la física cuántica. Para embrollar aún más las explicaciones, Wilfred introdujo un nuevo concepto.



-         Todo esto que les estoy explicando supone un desafío para el sentido común, lo cual nos conduce al principio de superposición."

La física cuántica supone un paso más en la evolución de la ciencia iniciada hace unos cuatrocientos años por Galileo, auténtico padre del método científico. Parte de principios y premisas que nada tienen que ver con los paradigmas de la física clásica e introduce un principio que poco gustó a los defensores de la visión clásica: la indeterminación. Tan es así que hasta el mismo Einsten llegó a contradecir la teoría cuántica, diciendo que "Dios no juega a los dados". Y lo dijo porque la física cuántica se basa en la probabilidad, en la probabilidad de que un electrón se encuentre en un lugar determinado en un momento dado.

Otro principio curioso en el que se basa esta materia es el principio de superposición, ya citado más arriba, y por el cual un electrón se puede hallar aquí mismo, donde yo me encuentro escribiendo y en la Antártida al mismo tiempo. Así es, aunque suene a mágico no lo es. Resulta muy chocante para todos asumir esto, pero si echamos la vista atrás también podemos encontrar teorías que vinieron a cambiar por completo la visión del mundo y el hombre, tales como la teoría de la deriva de los continentes, la visión heliocéntrica en contraposición a la astronomía ptolomaica geocéntrica o, por último, la teoría de Darwin sobre el origen de las especies.

Aquae Sulis
quiere, en cierto modo, dar a conocer ciertos aspectos de esta fascinante y un poco extraña teoría de la física cuántica. Siempre desde el respeto que me merece por su elaborada sistematización evolucionada desde las primeras propuestas de Planck a principios del Siglo XX.

También , he de decir que es un recurso que trata de dar verosimilitud a la hipótesis que finalmente resuelve la novela, enfundada en una trama en la que los protagonistas van a luchar abiertamente por poseer algo que les va a reportar poder en un mundo tan relativamente insignificante como el nuestro.

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