Las historias de Aquae Sulis II: Herón de Alejandría y el Aelópilo
A veces, nos planteamos cómo con un estado de la ciencia y de la técnica determinado, no tan avanzado como en la actualidad, era posible desarrollar ingenios o levantar edificaciones inverosímiles. Éste es el caso del aelópilo o eolípila, un artilugio creado por Herón de Alejandría allá por el siglo primero de nuestra era. Podemos decir que la eolípila fue la primera máquina de vapor de la historia. Su funcionamiento nos puede parecer un tanto arcaico comparado con los avances tecnológicos que hoy en día nos acompañan, pero la invención de Herón nos demuestra que las teorías y descubrimientos de Ptolomeo, Eratóstenes, Euclides, Pitágoras y otros muchos también fueron aplicados ya en aquel tiempo.
No hay duda de que sin las leyes de la gravedad de Newton no existirían satélites orbitando alrededor de la tierra y, por consiguiente, tampoco habría teléfonos móviles o redes inalámbricas. Primero viene la ciencia y después viene la tecnología. A veces nos preguntamos qué sentido tiene que en el CERN de Suiza se esté experimentando con un acelerador de partículas para buscar la más esencial que pueda haber, lo que en la filosofía clásica se denominaban las mónadas, la primera cosa en existir. A priori, parece que no nos va a llevar a aplicación práctica alguna, pero este prejuicio nos conduce a un equívoco. El conocimiento del mundo y sus leyes nos permiten manejar a nuestro antojo la naturaleza, siempre partiendo de las premisas de que no somos más que una minúscula partícula en un inmenso oceáno de materia y de que todo este conocimiento se nos puede vover en contra. Y aun así, nos permitimos conocer más y aplicar esos conocimientos para hacer una vida más llevadera.
Herón de Alejandría fue considerado un mago cuando invento la eolípila, la cual consistía en una máquina de vapor formada por una esfera hueca de cuyo perímetro partían varios tubos en forma de L. En dicha esfera se introducía agua que se calentaba, la cual en su ebullición hacía que el vapor de agua saliera despedido por los tubos ejerciendo una fuerza motriz sobre la esfera capaz de moverla. Si a la esfera se le unía un sistema de poleas, por la ley de acción y reacción, se podían levantar objetos sin emplear fuerza humana.
Tal era el caso de las puertas automáticas instaladas en algunos templos de Alejandría. El sistema de apertura autónomo parecía un ardid - o pura intervención de los dioses - para los que se acercaban ajenos al verdadero funcionamiento del mecanismo. La aplicación del invento de Herón a las puertas de los templos consistía en que a un pebetero externo se le prendía fuego. Bajo el pebetero, un tubo lleno de aire conectaba con un tanque con agua, del tanque salía un tubo que iba a parar a un cubo. Al calentarse el aire comprimido en el tubo, éste empujaba al agua hacia el cubo conectado al tanque, el cual, al llenarse de agua, descendía poniendo en funcionamiento las poleas y los ejes que, al girar, hacían elevarse la puerta como por ensalmo. Tal y como figura en los gráficos que se ven.
No hay duda de que sin las leyes de la gravedad de Newton no existirían satélites orbitando alrededor de la tierra y, por consiguiente, tampoco habría teléfonos móviles o redes inalámbricas. Primero viene la ciencia y después viene la tecnología. A veces nos preguntamos qué sentido tiene que en el CERN de Suiza se esté experimentando con un acelerador de partículas para buscar la más esencial que pueda haber, lo que en la filosofía clásica se denominaban las mónadas, la primera cosa en existir. A priori, parece que no nos va a llevar a aplicación práctica alguna, pero este prejuicio nos conduce a un equívoco. El conocimiento del mundo y sus leyes nos permiten manejar a nuestro antojo la naturaleza, siempre partiendo de las premisas de que no somos más que una minúscula partícula en un inmenso oceáno de materia y de que todo este conocimiento se nos puede vover en contra. Y aun así, nos permitimos conocer más y aplicar esos conocimientos para hacer una vida más llevadera.
Herón de Alejandría fue considerado un mago cuando invento la eolípila, la cual consistía en una máquina de vapor formada por una esfera hueca de cuyo perímetro partían varios tubos en forma de L. En dicha esfera se introducía agua que se calentaba, la cual en su ebullición hacía que el vapor de agua saliera despedido por los tubos ejerciendo una fuerza motriz sobre la esfera capaz de moverla. Si a la esfera se le unía un sistema de poleas, por la ley de acción y reacción, se podían levantar objetos sin emplear fuerza humana.
Tal era el caso de las puertas automáticas instaladas en algunos templos de Alejandría. El sistema de apertura autónomo parecía un ardid - o pura intervención de los dioses - para los que se acercaban ajenos al verdadero funcionamiento del mecanismo. La aplicación del invento de Herón a las puertas de los templos consistía en que a un pebetero externo se le prendía fuego. Bajo el pebetero, un tubo lleno de aire conectaba con un tanque con agua, del tanque salía un tubo que iba a parar a un cubo. Al calentarse el aire comprimido en el tubo, éste empujaba al agua hacia el cubo conectado al tanque, el cual, al llenarse de agua, descendía poniendo en funcionamiento las poleas y los ejes que, al girar, hacían elevarse la puerta como por ensalmo. Tal y como figura en los gráficos que se ven.
Al igual que siempre, nos preguntamos qué relación tiene este primitivo artilugio con nuestra novela. Como veréis, uno de sus protagonistas guarda algo celosamente, y ese algo se encuentra escondido y blindado por un sistema de apertura que, curiosamente, funciona gracias al aelópilo.
Por qué se utiliza dicho mecanismo 2000 años después de que se inventara y con los sofisticados sistemas de seguridad que pululan por nuestro tiempo es algo que adquiere sentido cuando comprendemos la verdadera naturaleza de la persona que hace uso de él. Obviamente, eso es algo que tendrá que ser descubierto con la novela. Aquí os dejo la descripción que se hace en Aquae Sulis del mecanismo y el protagonismo, no menor, que adquirirá.
"El pasadizo se cerraba en un muro, a la izquierda había una tubería de plomo de unos treinta milímetros de diámetro que descendía desde un hueco abierto en el techo de piedra. La tubería transcurría pegada al muro y giraba a través de un codillo para seguir paralela al suelo hasta doblar de nuevo y llegar al muro que Harper tenía frente a sí. En ese lugar conectaba con una llave que abría o cerraba el curso del agua caliente que transcurría por la tubería. El agua caliente iba a parar a una esfera que estaba en la parte superior del muro, la esfera se llenaba de agua caliente a altísimas temperaturas, tanto que se evaporaba en su interior y el vapor se canalizaba por unos pequeños conductos que al salir a presión movían la esfera, la cual, conectada a un eje horizontal y a un sistema de poleas, hacía que el muro se abriera dando paso a una sala.
Aquel
artilugio era un Aelópilo inventado por Herón de Alejandría en el siglo
primero como la primera máquina de vapor de la historia, fue hallado por Lucio
en Alejandría y llevado a su villa romana cercana a Mediolanum."
Imágenes: http://paseandohistoria.blogspot.com/2010/02/heron-de-alejandria.html
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