Un poco de ciencia y de ficción


Aquae Sulis no es un tractatus científico acerca de cuestiones relacionadas con las últimas teorías que van surgiendo. Sería una osadía por mi parte plantear la historia en estos términos. Aunque he de reconocer que siempre he sentido verdadera admiración por los escritores de ciencia ficción y en especial por Isaac Asimov, que fue no sólo capaz de escribir sobre ciencia de manera accesible para el común de los mortales, sino que además hizo novelas muy interesantes en el campo de la ciencia ficción. Y para rizar el rizo, incluso publicó una serie de libros de Historia que me dejaron perplejo al comprobar cómo también dominaba la Historia y era capaz de contarla con inusitada lucidez. Asimov sería el modelo de escritor de ficción que parte desde el rigor y el conocimiento previo de la ciencia para construir un relato, ficticio pero con fundamento.

En el campo de la divulgación científica tal cual, merece ser destacado por mi, y por la influencia e inspiración que su trabajo me han generado, Carl Sagan. De pequeño, casi sin entender la mayor parte de lo que contaba, quedé fascinado por la serie Cosmos. Esto último demuestra que el objetivo de la serie estaba más que cumplido: llegar a todos los públicos, incluso un niño de diez años al que la teoría de la relatividad le sonaba a música celestial. Magistral Sagan, que también inspiró la película de Robert Zemeckis "Contact" (1997) basada en su única novela con el mismo título. Una de las grandes enseñanzas que nos ha dejado Sagan es la de saber situarnos en el cosmos: un punto azul pálido, y también la de ser conscientes de nuestro relativo protagonismo en la historia de la tierra. Recuerdo aquel calendario de la serie Cosmos, en el cual la existencia del hombre en la tierra ocupaba lo mismo que unos minutos en un año. Ahí es nada.



Pero Sagan ha querido transmitir a lo largo de su vida cuán importante es el método científico y cómo hemos de partir de una visión escéptica antes que afirmar que hechos simples tienen explicaciones extraordinarias. Así es recogido en uno de sus libros para mí más clarificadores: El mundo y sus demonios. Esta teoría sobre el escepticismo de Sagan se ve bien reflejada en La Navaja de Occam, también mencionada en Aquae Sulis cuando Howard y Wilfred debaten sobre el destino de la investigación truncada que éste último llevaba a cabo:


-         Verás. Tan sólo te voy a avanzar cuál ha sido mi hipótesis de partida –. Wilfred hizo una pausa para tratar de hilvanar sus explicaciones de la forma más clara posible para su amigo y compañero -. En nuestro mundo estamos constreñidos por una serie de dimensiones, que son aquellas que realmente percibimos, esto es, las dimensiones espaciales y la temporal. Ésta última siempre avanza en un mismo sentido. Por tanto, si nos podemos mover hacia arriba y abajo, hacia delante y atrás, hacia la izquierda y la derecha ¿Por qué el tiempo tiene que ser unidireccional?
Ésta era la principal conjetura de la que partía Wilfred. Nada nuevo para la física teórica desde hacía mucho tiempo.
-         ¡Venga ya! ¿No me estarás hablando de viajar en el tiempo? Sabes que si hubiera alguna posibilidad para ello sólo cabría hacerlo hacia delante - sentenció Howard de forma casi dogmática.
-         Me sorprende querido amigo que un científico como tú esté tan cerrado a todo tipo de hipótesis - le replicó Wilfred. De esta forma se empezaban a sentar las bases de un interesante debate que surgiría tras las insinuaciones de Wilfred.
-         No, únicamente utilizo la navaja de Occam y elimino todo aquello que no son más que memeces.
 La cita de Guillermo de Occam resulta de lo más pertinente entre algunos científicos para descartar complejas explicaciones de los fenómenos, en vez de otras alternativas que resulten más sencillas y lógicas.

Así es, los hechos deben explicarse según la hipótesis más plausible y a su vez menos fantástica, v.g., no sabemos con certeza cómo se erigieron las Pirámides de Egipto, pero su desconocimiento no nos debe llevar a confirmar que fueron levantadas por civilizaciones extraterrestres. Esto es un despropósito.

Ahora bien, insisto, Aquae Sulis no es un ensayo sobre ciencia, es un libro de literatura fantástica y, en esa medida, juega con ciertos conceptos científicos desde el más absoluto respeto y admiración hacia los hombres y mujeres de ciencia, que siente quien resuelve una ecuación de segundo grado con cierta dificultad. En cierto modo, el libro está dedicado a ellos, padres del progreso y el avance que luchan por hacer un mundo mejor y domeñar las fuerzas de la naturaleza hasta dónde es capaz de hacerlo un ser humano. Y pido disculpas si he incurrido en falta de rigor al plantear las hipótesis que se describen en el libro. De todas formas, es literatura, aunque a mí, como a muchos de vosotros, me gustan las historias que tengan un mínimo de rigor.  




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